De sempre admirei a música, pero sobre todo as letras, de Manolo García. Desde que estaba con Los Burros pasando por El Último de la Fila e todo o seu traballo en solitario.
Ao mellor as letras son tan boas porque se confesa apaixonado lector, e porque cando sae de xira, en troques de coma outros músicos levar unha chea de excentricidades, o que fai é levar varios libros que le á vez. Ao mellor é porque un dos seus lectores favoritos é Borges.
Lendo o outro día unha entrevista na que confesaba o seu amor lector, recordei que, cando estaba a crear o personaxe de Isabel de Portugal, a muller protagonista de As Palabras da Néboa, eu cantaba ( eu canto moito, canto todos os días e en todas partes; son un músico absolutamente frustrado ), unha e outra vez, aquela fermosa canción de Manolo García:
Cruzó el pasado en el camino
y lo miraba y no podía llorar.
Entre el crepúsculo y el alba
no hizo otra cosa que dejarse llevar.
Y refulgiendo cual luciérnagas,
caminando sin prisa sobre el tiempo,
huyen de un mundo material,
son espíritus barridos por el viento.
Y ahora van hacia su abstracción,
dales sólo paz y una sonrisa
cielo abierto y aire para respirar.
Caen las estrellas de su manto,
verdean los campos a un resquicio de luz,
la pradera ahora es su casa
donde la espiga brota entre la flor.
Si les miente la vida
se hacen parapetos con poemas.
Un día color de melocotón,
cuando todos seamos libres,
cuando las piedras se puedan comer
y ya nadie sea más que nadie
canta por mí si no estoy yo aquí.
Viene el día en que seremos puros
como un cielo de verano sobre el mar.
Cantaré por ti si no estás tú aquí.

Os que teñades lido a miña novela, xa sabedes por que me saía esa canción ao mesmo tempo que o personaxe.