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EN DEFENSA DA LUCIDEZ
Por Francisco Castro Publicado en A Canción do Náufrago (Blog) en Agosto 17, 2008 0 Comentarios 4 min lectura
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No medio de toda esta tolería que montaron os apocalípticos e pouco integrados e manifestantes de linguas birollas en común, o que atopamos ata o de agora é moito exhabrupto e pouca argumentación.
Eles lanzaron-berraron-cuspiron o seu “argumento”: ¡o castelán morre!, ¡e morre por culpa dos defensores do galego, éuscaro e catalán que queren impoñer pola forza as súas linguas “autonómicas”!, ¡os nenos desas comunidades non aprenderán castellano!
É curioso o paralelismo entre ese berro absurdo de que o morre o castelán e o de que España se rompe.
En fin…
En calquera caso, é moi interesante atopar artigos tan atinados como o que o filósofo Javier Sádaba escribiu en Público sobre este asunto hai case que un mes e que quería comentar hai ben de tempo.
El fala en castelán e escribe en castelán e fai a súa vida en castelán. Sen embargo, escribiu contra o famoso manifesto con argumentos tan lúcidos coma estes:
“más allá de aspectos formales y de los derechos de las personas, esta es la tozuda realidad. Y lo que ella nos dice es que es absurdo hablar del peligro que corre el castellano. Todo lo contrario. Lo único que corre peligro es la permanencia de las lenguas minoritarias. Los hechos cantan por sí mismos. Habría que estar ciego para no reconocer que la mayor parte de los estímulos lingüísticos que se reciben en cualquier rincón de España son en castellano. Su presencia es abrumadora. Radios, televisiones, revistas y periódicos inundan el país en la lengua que -¡quién lo diría!- estaría siendo aniquilada. Una gota no es un océano. Una actitud, que a buen seguro las hay, que exija desproporcionadamente o de modo inadecuado que se domine la lengua periférica para obtener tale so cuales beneficios, no es nada comparado con el océano de la llamada lengua común u oficial, que, casi como Dios, está en todas partes. Por eso, los lamentos suenan a Jeremías. O mejor, los lamentos son el signo externo de una postura ideológica, de una opción política determinada. Se trata del siempre renovado unitarismo español, de la incomodidad de que existan otras realidades, de la visión cuasiimperial de una España inquebrantable. Si la lengua es de los individuos, que lo es, que cada uno escoja lo que le parezca. Y si se trata, cosa de justicia, de ayudar a las más débiles, que no se les favorezca sin dar aun más poder a aquella a la que le sobra. Pero esto no gusta a quienes piensan que nadie ha de salirse de un corral previamente delimitado.

Quienes nacimos y nos criamos en el franquismo sabemos bien qué es eso de que le arranquen a uno la lengua que, en principio, era la materna. Quienes hablamos el castellano lo hacemos con el placer de estar inmersos en una lengua que nos sirve para comunicarnos, escribir, leer o contar chistes. Quienes creemos de verdad que hay que respetar al máximo la opción por hablar de esta o aquella manera, no estamos de acuerdos con imposiciones arbitrarias que se puedan hacer en muchas otras partes del mundo que albergan distintas lenguas. Y seremos autocríticos cuando esto suceda en aquellos lugares que por empatía nos sean más cercanos. Pero esto no quita un ápice a lo antes dicho. La defensa a ultranza del castellano se parecería a una comedia si detrás no estuviera el empeño por meternos a todos en el mismo embudo. Que estén tranquilos, que el castellano no se muere. Pero que nos dejen tranquilos, porque, para bien o para mal, en Babel vivimos. Y seguiremos viviendo”.

Ben dito e ben argumentado.
O artigo completo, aquí.


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